Habitación Principal de la Casa, Ciudad Juárez, Chihuahua
Sept. 8, 2016, 2:59 p.m.
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Una sala puede tener múltiples funciones según el edificio donde se encuentre, pero en la casa la sala tiene solo una: ser la habitación principal. Ello no es fortuito, pues aunque se pudiese pensar que la recámara o la cocina son más vitales, la sala es el lugar de recepción, de acogimiento del otro en los dominios de uno, la parte pública y visible entre lo particular y privado.
Una sala es un espacio dual, tanto es lugar de transición como de permanencia, y es la conexión con los demás sitios. Vacía no es sino el paso entre la puerta de entrada y la siguiente habitación que supla su papel de estancia; para cumplir su propósito original debe estar amueblada, aunque sea mínimamente, pues es ahí donde se recibe y se espera que permanezca –al menos en un principio- el visitante y a veces uno mismo. Es cuarto de espera y de reunión o reposo.
Es interesante pensar estos muebles como algo más allá que sus cualidades útiles: al representar cada alcoba a su habitante, la sala representa a toda la familia, el ambiente general de la casa. Es por ello que los muebles y diseños son tan variados como variados son sus dueños. Los muebles básicos en el mundo occidental son tres: un sillón largo (el referente clásico de esta habitación), uno individual –que vendría a ocupar el líder del cuarto- y una mesa útil, ya sea para el café, el periódico, el teléfono, soportar libros o ser ocupadas por retratos, etcétera.
No sólo el tapizado, tipo de barniz o tamaño les hace diferentes a los de una u otra casa, sino también su número y forma. Aquél que penetra en esta habitación la conoce de dos formas: con la imagen primera con la que se topa (el espectador, o la composición de la imagen general: colores, estampados, iluminación), y por medio de su uso (el actor). Como espectador, uno conoce –y de la misma forma tiene una primera imagen de sus dueños- si son austeros, opulentos, de aspecto clásico, minimalistas, a uso de antaño, o conforme a las últimas tendencias. Cuando la persona interactúa con los muebles determina si son placenteros o incómodos, su tamaño, restringida capacidad o efectividad.
Verbigracia, imaginemos la sala de un intelectual, dibujada no sólo por sillones sobrios y elegantes, así como por una mesa central, sino también por estantes, cajoneras, cuadros, lámparas y libreros llenos de material docto, estos, aunque son parte de la inmobiliaria, toman un papel activo dentro de la construcción de un todo en torno a la imagen del pensador. Es un lugar impresionante.
Caso contrario pensemos ahora la sala de una casa enfebrecida de religión, donde a los duros sillones de tapiz barroco hacen compañía múltiples imágenes místicas en forma de cuadros, cruces, figurines y vasijas, más de un mesa para colocar éstas e inciensos, velas y retratos; muebles y adornos por montón, más allá de los utilizables –y agradables a la vista- se amontonan en un mismo sitio. Ambas salas contrastantes impactan e influyen en el ánimo y pensar del que las more.
El inmobiliario es un lenguaje auxiliar sin palabras, y en “la habitación principal de la casa” es un lenguaje que en principio se ofrece al otro como bienvenida, como advertencia o como algo más. Cada una dice algo distinto.
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Autor: Grecia